lunes, 16 de abril de 2012

Un blues natural

Romina regresó a los dos días. Fue una visita breve. De hecho, ella estaba con una amiga, entraron a la tienda, me saludó, me presentó a Antonella, me entregó una bolsita de cartón con el disco prometido, dijo que esperaba que sea de mi agrado, y que debía irse ya. Recuerdo que me puse "rojo", y sentí que fue demasiado evidente, porque su amiga me miraba y reía prudentemente. Le agradecí a Romina, nos despedimos y, mientras salían del local, le dije que estaríamos en contacto.
Kiara, la administradora de la tienda, justo estuvo allí en ese momento. Obviamente, se percató de la escena, sonrió, me preguntó por Romina, y me estuvo bromeando e insistiendo para que le muestre el "regalito": era un CD que ella misma había grabado, con una selección de tracks de Stacey Kent, la portada impresa por ella misma y, en la contra-tapa, un pequeño mensaje en francés:

Bonjour
Voici ce que j'ai promis.
J'espère que la musique est à votre goût.
Prenez soin. Parlez-en à vos nouvelles bientôt ..
Bisous.

Un disco casero, con un mensaje corto, directo, en un un idioma distinto al ya común english. Me pareció demasiado genial, como tantas cosas así, que hizo a lo largo del tiempo. Es que ella siempre tuvo ese tipo de detalles: sus cartas, las fotos impresas de los dos, sus dibujos, los cuadros, el cartel que me regaló en mi cumpleaños, los poemas que escribió para mi, la canción de Amy Winehouse que me cantó, los tatuajes con mensajes encriptados que juntos llegamos a hacernos. Todas las cosas que, en estos momentos, afloran mi melancolía..

Y, así, después de aquel puntual detalle, le agradecí el gesto a través de un mensaje de texto. Empezamos a escribirnos todos los días, a chatear hasta las madrugadas, nos agregamos al Facebook. Llegó su disco. La confianza fue fluyendo rápidamente. Me sentía algo extraño, por la diferencia de edad: Romina estaba por cumplir los 17, y yo ya tenía 21. Aunque, aparentemente no era mucha la distancia generacional, pero hacía buen tiempo que yo no tenía amistad con alguna colegiala. Me parecía "locazo" el asunto, por lo bien que nos llevamos desde la primerísima vez. Y, de manera natural, empecé a involucrarme sin auto-censuras.

Hoy, tres años después de aquel verano en que nos conocimos, ¡la extraño tanto!. A pesar de que yo mismo fui quien procedió a alejarla completamente de mi vida. A pesar de que lo hice, porque sentí que juntos terminaríamos en el sendero de la autodestrucción. A pesar que, hasta hace tres noches, casi ni pensaba en ella, estaba mentalizado en que mi decisión fue la "mejor".
Aunque, consciente de las tantas veces en las que terminamos haciéndonos daño, hoy prefiero recordarla de la manera en que marcó mi vida: loquita, rebelde, irreverente, excelente en ortografía, íntimamente tierna, amante del vodka; adicta a los libros de Coelho, los discos de Edith Piaff,  Joan Baez, Janis Joplin, Amy Winehouse, su vicio con los cigarrillos mentolados, loca por los tatuajes y piercings, la genial vocalista en la banda que formamos, la más joven e intensa amante que pude haber tenido jamás.
Aquella con la que intentamos "separamos" ciento-cuarenta-y-tres veces, pero que no llegamos a aguantar ni siquiera diez días sin estar juntos. Aquella quien, desde el 26 de enero de este 2012, a mi lado ya no está. Porque yo lo quise así, porque tuve que ponerme "fuerte". Porque ella lloró mucho, me buscó reiteradamente, siguió llorando, me pidió que porfavor no me aleje así, y permaneció llorando. Hasta que ella entendió que corté el hablarle, la eliminé de mis contactos, cambié el número de mi celular, dejé de frecuentar nuestros lugares y amistades en común, porque estaba "decidido" en que nuestro círculo vicioso, después de tres años y tantas cosas en el camino, se debía cerrar.
Porque, hasta hace tres noches, tenía la absoluta certeza de todo lo que acabo de mencionar. Porque, ahora me siento triste y, ciertamente, vacío. Quiero correr hacia Romy, abrazarla por la espalda, regresar en silencio, cortar su extrañeza con un beso. De esos que nos desconectaban del mundo. Porque quiero sentir nuevamente que lo nuestro es "prohibido", pero demasiado intenso. ¡Porque muero de ganas por hacerla mía, otra vez!

No sé qué venga después. Pero, repaso la frase que brotó de sus labios en la última noche en que nos vimos:
"El día en que finalmente nos encontremos, la tierra temblará."



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